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El cambio tiene rostro de Mujer

Como no había sucedido en la historia centenaria de Colombia, el actual gobierno de Gustavo Petro ha conformado su equipo con una gran pluralidad política, étnica, cultural, de razas y de género. Sectores marginados de la sociedad, excluidos históricamente, han sido convocados para contribuir en la tarea de dirigir los destinos del país y están representados en hombres y mujeres de gran idoneidad y valor humano. Y entre estos elegidos resalta indudablemente la figura de nuestra vicepresidenta Francia Márquez, de origen humilde, líder social y ambiental de un territorio olvidado por el que luchó valerosamente hasta exponer su vida; gracias a su pensamiento claro y sabio frente a la realidad de este país logró posicionarse políticamente. Su designación en tan alto cargo en su condición de mujer y de afro descendiente, representa la mejor expresión de la inclusión y la igualdad. Un hecho sin precedentes, que la ha convertido en un símbolo, conquistando la admiración de la comunidad internacional que conoce sus ideas renovadoras como defensora de los derechos femeninos, de las comunidades indígenas y afro descendientes y del medio ambiente.

Pero además de este nombramiento hay que destacar la designación de varias mujeres en los diversos ministerios: Agricultura, Trabajo, Minas y Energía, Salud, Vivienda, Deporte, Medio Ambiente y Cultura. A esta lista hay que agregar el nombramiento de una líder indígena como embajadora en la ONU y otra como directora de la Unidad de Víctimas; igualmente y de gran importancia la designación de una mujer como subdirectora de la Policía Nacional. Mujeres valiosas de gran preparación académica y humana, quienes cumplirán seguramente, con talento y eficiencia, su papel frente a tan importantes cargos. Y en este contexto hay que referirse también a la creación del nuevo Ministerio de la Igualdad que estará dirigido por Francia Márquez. Tendrá por objetivo propiciar estrategias que conduzcan a la defensa de los derechos femeninos y agregar el enfoque de género en sectores como trabajo, justicia, educación, además de implementar el Sistema Nacional de Cuidadoras, que tiene por fin reconocer y remunerar a mujeres que dedican su vida al cuidado de niños, ancianos y enfermos. Se puede afirmar que por primera vez en una agenda de gobierno presidencial se ha implementado tanto la política de género, en un proyecto con mujeres y para las mujeres.

Buenos vientos soplan para los próximos años en materia de reconocimiento femenino. Hemos asistido a una larga lucha de las organizaciones de mujeres en la consecución de sus derechos, que han vencido obstáculos en una sociedad ancestralmente patriarcal. Desmantelar unas creencias y culturas es una tarea que exige esfuerzos y toma tiempo, pero poco a poco se está logrando. Muchas son las conquistas alcanzadas; remontándonos al pasado el derecho al voto, a elegir y ser elegidas y luego el acceso a la universidad, el ingreso al empleo, la inclusión en el sector productivo, la conquista de leyes que amparan la maternidad y los derechos sexuales femeninos, la independencia económica del cónyuge, el reconocimiento en los ámbitos de la cultura y el deporte. En fin, avances significativos.

Sin embargo, falta mucho por hacer; aún permea en la sociedad los vestigios de un patriarcado que considera a la mujer inferior al hombre, aún es discriminada en la toma de decisiones en la familia, en el trabajo, muchas viven subyugadas y en muchos casos cumpliendo doble jornada como trabajadoras y hacedoras de los oficios domésticos y cuidadora de los hijos. A la mujer capacitada y eficiente le toca competir en desigualdad de condiciones por el empleo con el hombre. Aún se le niegan espacios que eran exclusivos del hombre como ocurrió con el discriminado fútbol femenino colombiano.

Pero el peor de los escenarios es el de la violencia ejercida contra las mujeres cuando son maltratadas en el hogar, acosadas sexualmente en su trabajo, violadas, prostituidas, drogadas, vendidas en trata de personas, embarazadas aún en su pubertad. Y en último grado asesinadas. El feminicidio es un aberrante delito que no puede continuar. Según el informe de Medicina Legal en Colombia en el año 2021 se produjeron 253 asesinatos de mujeres y en lo que va ocurrido de este año se cuentan 6.300 casos denunciados de mujeres víctimas de violencia. Las mujeres son las mayores víctimas de los conflictos armados, son las que sufren los rigores de los desplazamientos forzados en medio del fuego cruzado, defendiendo la vida de su familia, venciendo el miedo perenne de morir y muchísimas veces con el alma rota por el asesinato de sus hijos.

Las reivindicaciones femeninas deben continuar y no solamente como bandera de las organizaciones de mujeres. Se está creando una conciencia global en favor de la mujer comprendiendo que podemos ser fuentes de grandes transformaciones para el planeta. La participación de muchas mujeres en la estructura del actual gobierno de Colombia y de su Congreso, nos da la esperanza de una mirada diferente para concebir la vida en este país; tenemos la sabiduría, la fuerza que nos da ser dadoras y cuidadoras de vida y por lo tanto de construir escenarios más justos y equitativos. Nuestra naturaleza opta por la paz antes que la violencia, nuestra sensibilidad acoge antes que rechaza, somos más interlocutoras que opositoras. Si se visibiliza a las mujeres, si se valoran sus voces, se está invirtiendo en un mejor desarrollo humano, y en sociedades más armoniosas.