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Las cavernas neo-platónicas de la pedagogía

El imaginario filosófico de la caverna platónica nos traslada a la memoria del mito mencionado en el libro: LA REPUBLICA, donde la luz se asocia a la inteligencia y las sombras a la ignorancia, de tal manera que, tal relación provoca un juego de verdades y apariencias o de sombras y luces, donde el preso al salir de la caverna aspira al milagro de alcanzar la luz, la luz como libertad.

La reinterpretación está condensada en miles y miles de páginas de comentarios durante más de 2.500 años, y para nuestra reflexión, un tanto repetitiva, seguimos en la misma alegoría. Bajo el maniqueísmo de los que saben y los que no saben, los que dan sabiduría o conocimiento-información a los que carecen del mismo y los que aprenden y repiten lo que dicen los que saben. De modo que la multiplicación de las pantallas en todos los espacios sociales para la reproducción del mundo virtual, los alumbramientos son juegos de luces anunciando el nacimiento del redentor del mundo.

En la caverna el monolingüismo de la identidad se impone y la educación en el aula tiene la figura de la caverna, adornada con la sofisticación propia de nuestras tecnologías educativas, bajo la imagen del profesor y el alumno: La información se impone sin sujeto que la enuncie.

La educación bajo el imaginario del castigo y la vigilancia, durante los últimos doscientos años de genealogía del saber-poder de los estados modernos y la filosofía de la ilustración, la caverna educativa estuvo dominada por el ojo vigilante del maestro sobre el cuerpo del alumno hasta el advenimiento de las sociedades de control donde los señores del aire se imponen.

Con la aparición de las cartillas diseñadas por pedagogos del mercado del texto y la imagen se impuso la fantasía de cada cual en su campo y con la cartilla en la maleta como un abracadabra del saber se estaba seguro de ser un sabio literato, filósofo, biólogo, matemático, es decir, sabios en ciencias experimentales y sabios en ciencias humanas y sociales.

Conversando con compañeros jubilados, recordaron que al final de la década del 60, el humanismo cristiano se imponía tanto en la educación primaria como en el bachillerato, que los rezos de los rosarios gozosos y dolorosos, eran el pan de cada día y que el orden del castigo y la vigilancia hacía presencia y la férula o el palo de rosa marcaba los cuerpos. Los que estudiaron en comunidades religiosas la sexualidad se apaciguaba con filminas sobre el purgatorio, el cielo y el infierno, eran como baldados de agua fría, y la sexualidad bajo las imágenes del pecado y la concupiscencia y los ejemplos de niños que por groseros la tierra se abría y se los tragaba y siempre sucedía en el pueblo vecino, sencillamente, aterraba.

Luego en las universidades públicas y privadas y especialmente en las católicas, el régimen de la inquisición y el santo oficio, tenía su propio catecismo.

Me contaron que, a partir de la década del 70, luego de los movimientos estudiantiles de mayo del 68 en Francia y Fidel Castro en el poder en Cuba, vientos subversivos se sumaban a las voces que venían de Chile, a la multiplicación de los libros de Mao, a las figuras del CHE GUEVARA, las traducciones de Marx, Lenin. La imagen del héroe como conductor de revoluciones, apareció en escena, junto al carisma de los Papas de turno en el Vaticano.

En el campo de la educación, las tecnologías conductistas con su impostura de ciencia y el cierre a todo lo que no se podía probar pasaba por ser variables intercurrentes, y las peleas entre conductistas y psicólogos y psicoanalistas, hacía el ambiente académico. Hasta el punto de que se prohibía hablar de los pensadores que eran tildados de ideólogos, porque las ideas no eran probadas en el laboratorio donde se amaestraban las ratas y las palomas.

Las taxonomías de Bloom, el libro de Mario Bunge, LA CIENCIA, SU METODO Y SU FILOSOFIA, que se convirtió en catecismo para los aficionados a científicos, los principios del materialismo histórico para los marxistas, de modo que, con un alto grado de sectarismo y dogmatismo, el ambiente universitario hervía en ideas y posiciones revolucionarias.

El término revolución, marcó la década del 70 y el 80. Las traducciones de la obra de Gastón Bachelard, Althusser, Foucault, Deleuze, Lacan, fueron haciéndose visible, tanto en el campo de la filosofía como en el campo de las llamadas ciencias sociales y ciencias humanas. Max Weber, Marcel Mauss, Marx, Durkheim, aparecieron en el campo de las ciencias sociales, y los críticos de la cultura de masas como Ariel Dorfman, Roland Barthes, Julia Kristeva, Jesús Martín Barbero, Castell, se abrían paso por los lados del reciente pensamiento crítico político latinoamericano.

Una gran cantidad de pensadores latinoamericanos aparecieron como intérpretes del eurocentrismo, alimentando los movimientos revolucionarios que luego fueron opacados por las dictaduras militares, a la cabeza Pinochet en Chile.

Las cavernas platónicas de la pedagogía siempre envuelven la actividad docente en una capa de espuma que no permite a los docentes asumir una memoria reflexiva, dar un paso de desmonte de su propia lengua educativa.