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Descolonizar el inconsciente

El discurso oficial de la política curricular del MEN, al establecer un único modelo cognitivo para los estudiantes de Colombia, impone una evaluación inminentemente cuantitativa, donde las Pruebas Saber, impuestas con supuestos criterios de universalidad cognitiva, descartan toda escritura que no repita el modelo impuesto. Los viejos maestros dejaban amarillar su cuaderno de notas, toda una generación aprendía en un solo cuaderno de cálculo.

"Es necesario descolonizar el inconsciente que sustenta las rutinas, el que no deja ver que la tierra se mueve, que el presente es y no es, que lo actual es dinámico, y que las sociedades no se estancan". Lo ético - estético - político está fuera del modelo cognitivo capitalista, pues no puede cuantificarse como prueba y las generalidades admitidas están enmarcadas en una relación de emisor-información-receptor. Descartado el discurso educativo como una relación entre sujetos hablantes, lo que hay de habla-voz en una lengua cultural, carece de valor de entendimiento y conocimiento, por lo tanto, se descarta como no científico o como no evaluable cuantitativamente.

Anulado el contexto como lugar de enunciación lingüística o como lugar de encuentro y comunicación cara a cara, la interlocución se anula curricularmente y al ejercicio docente se le exige excluir de su práctica pedagógica la palabra hablada, la palabra conversada.

Tenemos que volver a retomar el argumento de lo presencial, recurriendo a lo que, en las Facultades de Educación, en la cátedra de Filosofía de la Educación, hacía visible el punto de partida: la pregunta epistémica sobre un objeto de conocimiento.

La rutina escolar, la repetición durante tantos años, da la sensación que el tiempo no hace mella en el cuerpo, que la sociedad no cambia y que el futuro será el mismo que el presente, que el ahora que vivimos, tal rutina estereotipa los conocimientos o las informaciones, de modo que lo curricular se va enmoheciendo, se va petrificando y los docentes fallan en su dinámica cognitiva, porque ya no se interesan por las novedades tecnológicas y los debates teóricos pertinentes a su saber curricular; entonces las prácticas pedagógicas se vuelven repetitivas en sus contenidos, y los conocimientos se fosilizan, adquieren la dureza de la repetición.

Es necesario descolonizar el inconsciente que sustenta las rutinas, el que no deja ver que la tierra se mueve, que el presente es y no es, que lo actual es dinámico, y que las sociedades no se estancan.

Cuando el deseo de preguntar desaparece de la vocación de enseñar, el deseo de transmitir un capital simbólico cultural y el deseo de aprender desaparece del espacio escolar, del aula de clase, de tal manera que el docente y el estudiante se convierten en seres indiferentes dedicados a la repetición de un modelo cognitivo que media simulando encuentros pedagógicos que no conducen a ningún saber, los modelos pedagógicos impuestos se perpetúan por siempre. La transmisión queda en una información convertida en jergas o en mensajes estereotipados expresados en lenguajes funcionalistas que dan la sensación de utilidad inmediata.

El posicionamiento ético-político que convoca a la resistencia y emancipación del actual modelo pedagógico neoliberal, implica un posicionamiento de orden crítico, de un desmonte del modelo curricular que pueda ser re-configurado, transformado para que responda desde una filosofía de la educación, donde las instituciones educativas asuman papeles de orden ético-estético-político, frente al orden de los conflictos sociales y la construcción de comunidades educativas donde los espacios familiares-escolares multipliquen sus puentes de ida y de regreso, donde los árboles familiares multipliquen sus genealogías y donde lo generacional y lo intergeneracional, opte por la tejeduría de memorias reflexivas a favor de una conciencia hospitalaria y de reconocimiento del otro.

Necesitamos descolonizar la imagen del extranjero, de lo que inoportuna, de lo que invade, para comenzar a pensar desde la infancia y la adolescencia por cuenta propia, porque sintiéndonos habitantes del lenguaje, amando la lengua materna podemos convertirnos en sujetos hablantes, sujetos que con cierta autonomía podemos aprender a pensar por cuenta propia.

Cuando la enseñanza se convierte en una repetición de esquemas curriculares vaciados de contenidos de saber, tanto el docente como el estudiante están al servicio del amaestramiento de una política curricular, actúan de manera inconsciente, sencillamente, obedecen, actúan bajo presión o bajo represión, están encasillados, responden a un modelo cognitivo impuesto verticalmente.

Lo presencial invita a plantear una especie de reto, de desafío, de convocatoria a encontrarse y conversar, es decir, para versar sobre un objeto desconocido, sobre una cuestión que puede interesar y cortar la distancia entre dos sujetos hablantes.

Lo presencial como el encuentro entre dos buscadores de lo mismo, dos exploradores sobre el mismo terreno, de una porción de tierra por descubrir, de un bosque donde internarse, implica el sentido de una aventura, de una aventura de oír lo que dice el profesor y de escuchar lo dicho, durante el año lectivo.

La defensa de la educación pública presencial como defensa de la dignidad del oficio docente, reclama para sí el sentido de una salud digna, de un currículo contextualizado y un PEI resignificado, equivalente a la alegría de la enseñanza inscrita en la transmisión de una cultura para potenciar la vida, y nada mejor que abriendo surcos por los terrenos áridos del lenguaje para sembrar y con la esperanza de ver madurar el fruto de la siembra, palabra para volver a morderla y compartirla como compañeros de la misma jornada.

La toma de la palabra para promover colectivos de debate, equivale a una redimensión del discurso sindical como generador de encuentros y conversatorios para hacer visible nuestros padecimientos. Retomemos la palabra sindical como resonancia colectiva para defender la educación pública presencial y darle un soplo de vida al ejercicio docente.

Compañeros docentes: en nuestras manos están, replegados los mapas que buscan un despliegue como territorialidad escolar para habitar y desbordar las tormentas psíquicas de la marginalidad y la indignidad, siempre y cuando nos tomemos la palabra, siempre y cuando seamos argumentativos para devolvernos la memoria reflexiva que la guerra nos había quitado, y convirtamos lo escolar en el mapa de una esperanza cósmica donde los espacios de los aprendizajes sean espacios afectivos, espacios para gozar de los silencios de la palabra, espacios para tensionarlos como el comienzo del deseo mismo para potenciar la vida en las escuelas, minimizando el olor fétido de una atmósfera cultural donde sólo circulan los lenguajes de la ira, los lenguajes del odio.

Debemos asumir la lucha cotidiana sindical como bandera de dignidad del oficio docente, luchando por una mejor salud donde el stress del modelo curricular-cognitivo capitalista deje de devorarnos y podamos volver a tomarnos la palabra para re-encontrarnos y conversar con el deseo de ser nuevos habitantes del territorio colombiano.